Archivo de la etiqueta: coronavirus

Nessun Dorma

¡Que nadie duerma! ¡Nessun dorma! Con esas palabras comenzaba la canción. ¡Que no me duerma, dice el italiano! ¿Y por qué no habría de dormirme? Estoy cansado, me duele el pecho y tengo la boca seca. Como cuando salía de trabajar en aquella mina oscura, cuando era joven, con la cara llena de polvo y los pulmones de carbón. Pero entonces volvía a casa. Volvía al cariño de un abrazo, a la caricia de unas manos que ahuyentaban de mí los últimos jirones de frío que, insidiosos, todavía se aferraban a mis huesos.

Ahora es diferente. Ya no hay abrazos y las manos están amordazadas, cubiertas, escondidas tras guantes de plástico. El dolor se niega a dejarme, el cansancio me atenaza en cada aliento, la noche cae sobre mi pecho como una pesada losa, impidiéndome respirar.

Y a las ocho, como cada tarde, alguien pone de nuevo esa canción.

¿Qué decía? Il nome mio nessun saprà!. Nadie sabrá mi nombre. ¡Pobre italiano! Mi nombre, en cambio, lo saben todos aquellos que hoy no pueden darme la mano. Todos los que luchan contra esta enfermedad que me acorrala. Lo sabe el médico que me mira cansado detrás de una mascarilla y la enfermera que viene a verme cada mañana. Y mi hijo, que hace tanto que no veo, porque le han prohibido entrar aquí. Pues claro que lo saben.

Disípate, oh noche. Así sigue la canción. Ocultaos, estrellas, porque al alba venceré. Vincerò!, termina. Y lo repite. Vincerò. Entonces se escucha un estruendoso aplauso y el italiano deja de cantar.

Pero los aplausos no se apagan: crecen, se propagan como un voraz fuego que no conoce la lluvia. Rebosan esta habitación, este hospital, y se escuchan fuera, en la calle, inundándolo todo. Hay gente asomada a sus ventanas y todos aplauden, todos cantan. Todos luchan. Por un momento la oscuridad que me envuelve parece un poco menos densa. Y de verdad se ocultan las estrellas, cobardes, como si tuvieran miedo de la luz que emana de las palmas de tanta gente que no sabe mi nombre y que aún así me acompaña.

Cuando por fin vuelve la noche, definitiva, ya no me oprime: me abraza. Alguien coge mi mano y susurra unas palabras. Y es en ese momento, el último de todos mis momentos, cuando comprendo que la canción habla de ellos. De ellos, que no duermen. De sus nombres, que nadie conoce. De los que cuidan, de los que se exponen, de los que no se rinden. De los que se niegan a dejarnos solos.

Y a ellos dedico mi última sonrisa, porque sé que el italiano tiene razón:

Vencerán.

Foto: Augusto Ferrer-Dalmau

Deja un comentario

Archivado bajo Artículos.